Bear, Otter, and the Kid
TJ Klune
2011
Romance | Contemporáneo
The Seafare Chronicles
1. Bear, Otter, and the Kid | 2. Who We Are | 3. The Art of Breathing | 4. The Long and Winding Road
Three years ago, Bear McKenna’s mother took off for parts unknown with her new boyfriend, leaving Bear to raise his six-year-old brother Tyson, aka the Kid. Somehow they’ve muddled through, but since he’s totally devoted to the Kid, Bear isn’t actually doing much living. With a few exceptions, he’s retreated from the world, and he’s mostly okay with that - until Otter comes home. Otter is Bear’s best friend’s older brother, and as they’ve done for their whole lives, Bear and Otter crash and collide in ways neither expect. This time, though, there’s nowhere to run from the depth of emotion between them. Bear still believes his place is as the Kid’s guardian, but he can’t help thinking there could be something more for him in the world ... something or someone.
MI OPINIÓN
La historia se centra en Derrick, mejor conocido como Bear, (¿y vemos este patrón antiguo de Klune a llamar a sus protas como animales? Ahora se decanta por los monosílabos, pero creo que ambas facetas son encantadoras), quien ha tenido que criar a su hermano menor desde que tiene uso de razón, porque su madre es negligente y finalmente decide abandonarlos cuando Bear tiene 17 años, dejándolo a cargo de todo.
Bear está un poquito enamorado del hermano mayor de su mejor amigo, Otter; sin embargo, no puede admitirlo. Porque tiene novia, porque no tiene tiempo para pararse a descubrirse a sí mismo, porque Otter es como familia y está muy enojado con él por dejarlos, como hizo su madre. La diferencia, es que Otter volvió y está tan enamorado de Bear, y está dispuesto a estar a su lado por siempre, sin importar a qué lo lleve eso.
Evite leer esta historia por bastantes años (la conozco y la tengo desde que leí por primera vez Wolfsong, años de los años) por prejuicios tontos, añadiendo las portadas horribles (perdón, es cuestión de gustos) que tiene esta saga. Sin embargo, sabía que me iba a parecer muy buena. Mi único motivo para posponerla tanto era que seguramente me pondría muy triste, lo que efectivamente hizo.
No puedo evitar sentirme como un fracaso cuando leo esta historia, porque Bear es un chico muy juicioso, con mucha motivación, a pesar de todo. Teniendo solo 17 se hizo cargo no solo de él mismo, sino también de su hermanito de forma efectiva y, luego estoy yo, con 23, no salgo de mi casa, ¾ de la población mundial me caen mal incluso si no los conozco y le tengo un miedo aterrador al trabajo y a depender de mí misma. Luego recuerdo que el vato tiene problemas de comunicación serios y se me pasa.
Esta es una historia centrada en el romance y drama alrededor de él es lo único que obtendremos.
Por un lado, porque Bear se está descubriendo a sí mismo después de veintiún años de pensar que es heterosexual. La cantidad de veces que se dice a sí mismo al principio que “no soy así” es exorbitante. Obviamente hay un poco de homofobia internalizada en la que la verdad no se ahonda mucho, lo que también es normal, porque la estigmatización y el prejuicio contra las personas de la comunidad LGBT son profundas incluso hoy, imagínense hace 10 años. Klune llega a utilizar en forma de broma expresiones que aluden a que el pasivo es la mujer en la relación y, aunque estoy segura de que no se hizo con mala intención dentro del libro ni por parte del autor, todavía son palabras que llegan a descolocar un poco.
También el mejor amigo de Bear, Creed, se refiere constantemente a su hermano como “marica”, situación que se remedia después con bastante fluidez y sentido, gracias a todos los dioses, porque sí que me estaba molestando. Esta situación en particular llegó a generarme un poco de dificultad para conectar con Creed, a quien siempre nos describieron como el mejor amigo perfecto, pero yo, al verlo tan suelto de lengua y desubicado, no encontré en él ningún apoyo para lo que le estaba aconteciendo a Bear, quien, cuando necesitaba, buscaba ayuda en cualquiera excepto en él.
Posteriormente, se da el drama porque Bear y Otter no saben comunicarse. Mejor dicho, Bear está estreñido sentimentalmente y las palabras de amor y de necesidad no son capaces de abandonar su boca ni aunque le estén apuntando con un arma. Anteriormente he dicho que no me gusta este tipo de dinámica, pero en esta ocasión creo que fue bien llevada. Es decir, lo personajes no se están haciendo ideas falsas en su cabeza por su cuenta y complicando con ello el panorama, sino que están omitiendo. Además, esta situación en particular no dura mucho, se resuelve rápidamente.
Lo que más peso tiene en el desarrollo de la relación de Bear y Otter son dos personas: Anna, la novia de Bear; y Creed, el hermano de Otter y mejor amigo de Bear. No solo por sus dinámicas actuales, sino porque todos han sido amigos desde siempre. Anna es la única novia que ha tenido Bear desde que era un niño. Creed su soulmate. Creo que incluso hubo un chiste sobre que se habían jurado hermandad, eso me puso muy soft.
Entonces, desencajar estas dinámicas resulta ser la parte más difícil, porque no es solo una relación la que podría perderse, sino todo lo que conoce y le queda a Bear, quien, gracias a su madre, ya tiene problemas de abandono. Imagínense qué sentirían ustedes si todos los que conocen y en los que confían desaparecen al mismo tiempo porque te enamoraste… Joder, es muy duro. Y Klune retrata este sentimiento de forma magistral por medio de las pesadillas de Bear, en las que todo el mundo lo deja y él se siente impotente y no lo suficientemente fuerte para aferrarse con valentía a ellos.
Obviando la forma en la que ya mencioné que se trataba la homosexualidad en este grupo, todo el resto de interacciones entre estos chicos eran realmente lindas. Siempre he admirado de la forma tan asombrosa que tiene Klune de convertir a las personas en sus obras en una gran familia de apoyo emocional y momentos tiernos. Este grupo no es la excepción. Sin duda, todo el mundo se quiere. Sin duda, todo el mundo vendería su alma al diablo para proteger a Ty, el hermanito de Bear. Y el chico, a pesar de que tiene nueve años y que es tal vez demasiado maduro para su edad, lo que resulta poco convincente, aunque no soy nadie para opinar, los quiere de vuelta con la misma intensidad y sin avergonzarse ni siquiera un poco por todo ese amor que recibe sin importar el lugar.
Algo que me molestó un poco, pero es recurso estilístico de Klune y se lo he visto en casi todos sus libros, es que empieza con una idea que llama mucho la atención y luego se desvía a dos o tres horas o días antes para darnos contexto de lo que sucedió. No, tipo. O sea, se supone que ya nos vienes narrando linealmente, no me hagas esto y juegues con mis ganas de saber, porque a veces no tengo tiempooo. No es este recurso per se el que me molesta, sino que siento que aquí se utilizó demasiado y ya estaba desesperada porque quería saber qué estaba pasando en el presente, no en el pasado. Es un poco cosa mía, porque odio mucho los flashbacks.
Ya por el final, la historia se vuelve un poco melodramática. Como cuando en tu telenovela al personaje principal ya le está yendo de maravilla, así que deben darle tres enfermedades potencialmente mortales y hacer que le atropelle un carro para que pierda la memoria, excepto que no utilizaron estos tropos sino otros que no adelantaré, por si quieren leerlo. Me decanto por asumir que esto fue premeditado porque Klune quería vender más libros y quería dejar el final lo suficientemente abierto metiendo giros de trama en el último 20% que eran imposibles de arreglar en lo que corresponda ese porcentaje a un libro de 350 páginas.
Pero bien. Puedo aceptar que la historia no es una maravilla; sin embargo, es bastante encantadora y entretenida. Y sí, ese final me hace desear correr a coger la siguiente entrega, lo que me obligaré a posponer hasta mis vacaciones de mitad de año para poder disfrutar como se debe.
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